• Cuando el uso de las bases de datos plantea problemas éticos importantes

CaixaBank está enviando a clientes y exclientes selectos -los que encajan en el epígrafe de Banca Premier– un correo electrónico como el que aparece al lado de estas líneas. No hace falta ser experto en la publlicidad y sus manejos para entender la burda maniobra. La palabra clave es Ucrania y la que la sustenta es el verbo ayudar. «Ayudar a Ucrania»: ¿quién puede negarse?

Y para ser más sutiles, la imagen no hace referencia alguna a la guerra, ni a los bombardeos, ni a los refugiados, ni a niños sin hogar. Es una composición prácticamente navideña, en la que todo irradia felicidad y dulzura un poco cursi. «Si ayudas a Ucrania serás más feliz», viene a decir el mensaje completo. Falta un leve detalle complementario, un detalle casi sin importancia. ¿Cómo puedes hacer esto?: «CaixaBank te lo facilita, no tienes que molestarte en nada. Danos tu dinero y desentiéndete». O sea, lo de siempre.

La solidaridad tramposa

Esta fórmula de CaixaBank para aprovecharse del sufrimiento de Ucrania es especialmente tramposa porque no es una campaña genérica de publicidad e imagen, sino que se dirige con nombres y apellidos a personas concretas que depositan, o algún día depositaron, su confianza en el banco de Goirigolzarri, y están utilizando sus datos para lanzarles presión emocional.

No hay que engañarse:  sabemos que todas las entidades financieras están aprovechando la guerra para hacer negocio. Algunas, seguramente, por la doble vía de, por un lado, financiar la fabricación y venta de armamento  (que se lo pregunten a Black Rock, flamante accionista de CaixaBank y de casi todo el IBEX) y, por otro, apoyar a las ONG y a las entidades filantrópicas con el fin de salir en la foto, ganar credibilidad y reputación y, ya de paso, si cae alguna migaja, recogerla. 

Lo están haciendo todos, siempre lo han hecho.  Los bancos han sido unos maestros en el juego de sacarle rédito a la doble moral. No hay  nada que objetar y, aunque lo hubiera, nadie nos haría caso. Pero no sería mala cosa ponerle algún límite a la desvergüenza.

Utilizar Ucrania de forma tan descarada no está bien.