Celso Ruiz de Castro,  despedido el 31 de diciembre, nos cuenta su historia
Celso a las puertas de la oficina de la calle Sierpes

Redacción, 26 de septiembre de 2022

«Llevo más de 23 años trabajando en la entidad, doce de los cuales como director en cuatro oficinas, sin haber ofrecido jamás un solo motivo de queja. A partir de ahí, todas las afirmaciones que CaixaBank ha vertido sobre mí y en las que se ha basado para despedirme son rigurosamente falsas»

Celso, sevillano de 50 años, con acento inconfundible y exquisita cordialidad,  nos atiende para hablarnos de su actividad más importante en estos tiempos: plantarse a la puerta de la oficina 8436-Store Sierpes, tal como aparece en la foto, y mantenerse allí algunas horas protestando por el despido disciplinario que el Banco le comunicó el 31 de diciembre pasado, alegando «disminución continuada, voluntaria a e injustificada de su rendimiento en el trabajo».

«Falsos, erróneos e inexactos»

El despido disciplinario le fue comunicado a Celso en esta carta. Los seis folios que la componen establecen tres tipos de responsabilidades que justificarían el despido: baja productividad, quejas de clientes y negativa a la realización de tareas inherentes a su puesto de trabajo.

Celso respondió cinco días después con estas alegaciones en lass que, de manera pormenorizada, desmonta cada acusación y evidencia la falacia. «En conclusión -termina en sus alegaciones- los hechos de que se me acusa son falsos, erróneos e inexactos. Para ello, le invito a recoger el testimonio de cualquier compañero….».

Un método barato

«Pero da igual -nos resume Celso en nuestra conversación-. Ellos han encontrado este sistema barato de reducir plantilla y les da lo mismo el coste emocional y psicológico que  tiene sobre los afectados.»

El sistema es, en efecto, barato. Si Celso se hubiera acogido al ERE del pasado año,  le habrían correspondido 210.000 euros de indemnización. Por el despido improcedente le corresponden 150.000, pero la entidad le ofrece, en conciliación, una cantidad muy por debajo de esa para evitar el juicio.

«La mayoría de los compañeros acepta estas cantidades. Es tal la presión, que coges lo que te dan para quitarte de enmedio este asunto. Pero yo no. Yo pienso seguir plantado ante la oficina esperando el juicio».

Angustia y estigmatización

«Pero el problema viene de mucho antes -sigue contando Celso-. Viene desde que la Caixa compró Banca Cívica en 2013, antes de la incorporación de Bankia. A partir de ese momento se instaló la tortura psicológica como método de trabajo. Una presión insoportable para obtener resultados».

Y prosigue: «Como será, que el día que me despidieron, en plena Nochevieja, mi primera reacción fue de shock y de disgusto, pero el siguiente pensamiento fue liberador: ¡Qué bien! Mañana no tengo que venir!». 

No obstante, añade, que un despido por motivos disciplinarios es especialmente duro porque aporta un elemento de estigmatización difícil de eludir. «Algo habrá hecho, piensas que piensan de ti». Y eso lo hace todo más difícil.