CaixaBank tiene muchos clientes, más de 20 millones en 2022. Poco a poco va perdiendo algunos miles, pero a juzgar por los obstáculos que pone, parece que tiene intención de perder muchos más.
Ya lo hemos escrito alguna vez en estas páginas: a CaixaBank le sobran todos los clientes que no son ricos, jóvenes, urbanos y tecnológicamente preparados. O sea, la mayoría de la población.
Y toma medidas para conseguirlo.
Cada vez más comisiones
El banco de Goirigolzarri y Gortázar no se ha cortado en anunciar y en poner en práctica la estrategia de conseguir que sus clientes tengan al menos tres productos o servicios vinculados a su cuenta: un seguro, una hipoteca, un fondo… Lo que sea.
Para conseguirlo, hay dos fórmulas. La primera, convertir a los empleados en feroces comerciales dispuestos a todo con tal de enredar a un cliente. La segunda, en paralelo, freír a este con elevadas comisiones que le obliguen a irse o a suscribir esos productos que le liberan de la carga.
Ya a finales del año pasado, CaixaBank estableció una comisión de 240 euros anuales a cada cuenta. El año que entra irá un paso más allá y empezará a cobrar comisiones en los cajeros de la Red Euro 6000 que hasta ahora estaban exentos de ellas como consecuencia de un antiguo acuerdo con Bankia.
A ello hay que añadir los servicios en caja, que cuentan ya con recargos notables y que recientemente el banco ha anunciado que va a sobrecargar.
Como nos decía un cliente de la entidad que no ha querido identificarse: «Ya no solo hay que trabajar para Hacienda: Ahora también hay que hacerlo para pagar al banco».
Una tecnología endiablada
El otro problema es el tecnológico. Es cierto que, para operar de manera online, conviene que los bancos cuenten con herramientas seguras y con fórmulas robustas.
Desde enero de 2021 la Unión Europea marcó exigencias mayores que las existentes hasta entonces para garantizar la seguridad de las operaciones y evitar los fraudes. Pero esto le ha servido a CaixaBank para convertirlo en otra carrera para sus clientes, en este caso para los pertenecientes al lado oscuro de la brecha digital.
Porque lo que CaixaBank ha hecho es crear una app obligatoria, que debe estar instalada en un smartphone con conexión a internet. Solo de este modo se podrán hacer operaciones online, lo cual es, obviamente, un obstáculo serio para muchos clientes que no disponen de una tecnología tan avanzada, pero que querrían operar por ejemplo a través del ordenador personal.
Como ha señalado acertadamente la OCU, la seguridad no debe convertirse en un pretexto para excluir a los menos preparados tecnológicamente.
Pero al banco de Goirigolzarri y Gortázar ya le va bien: el que no pueda operar a través de la app, que vaya a la oficina. Allí ya sabe lo que le espera: colas infinitas y comisiones sin cuento.
Y, si no, ahí está la puerta.
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