La patronal bancaria se opone con la boca pequeña
Redacción, 7 de noviembre de 2022
El olor a elecciones se expande por el ambiente y, salvo el votante medio, que está más preocupado por otras cosas, el país se prepara para el acontecimiento. La demagogia, que nunca se ha ido, toma posiciones con más fuerza que nunca: un impuesto a la banca para gestionar la crisis, dice el gobierno. Y la oposición dice que bueno, que vale, que sí. Y los organismos reguladores, a lo que mande el señorito.
Solo Europa advierte del peligro, porque Europa sabe la verdad. Ese impuesto no lo pagarán los bancos, sino los contribuyentes. Usted, lector, sin ir más lejos.
Un impuesto absurdo
El impuesto a los bancos es, como el impuesto a los ricos, uno de esos mantras que el populismo se inventó hace algunos años. Hubo quien estuvo algún tiempo proclamando su necesidad a los cuatro vientos, pero, por razones que no vienen ahora al caso, la iniciativa no prosperó.
Pero ahora el gobierno lo ha desempolvado por razones electoralistas y, de paso, para evitar en lo posible que el déficit se dispare hasta límites insoportables.
Como el gasto no se va a rebajar porque las elecciones son muy caras, hay que subir los ingresos, y esto de conseguirlos a costa de los bancos suena bien.
Solo que todos sabemos que es mentira.
Una comedia tosca
El impuesto no les hace mucha gracia a los bancos, pero tampoco les quita el sueño. Ellos no lo van a pagar, naturalmente: como ha señalado acertadamente el Banco Central Europeo (BCE), lo pagarán los clientes, que verán repercutidos los millones que procedan en sus bolsillos a golpe de comisiones o de intereses.
Todo esto no es más que una obra de teatro un poco aburrida, una comedia tosca, de guion bastante zafio. A saber: El presidente del gobierno saca el animalito de la chistera con grandes alharacas. Las patronales bancarias -la AEB de Botín, y la CECA de Fainé- hacen como que se enfadan. Algún actor de segunda, sin apenas papel, compone un gesto raro, como el que hizo Gortázar en la presentación de resultados de CaixaBank. Y la vicepresidenta económica interpreta el papel de dama un poco adusta.
El resto del coro -Banco de España, CNMC, y otros como ellos, de los que ya hablaremos más despacio- dicen cosas que no se les entienden pero sirven para hacer ruido.
Solo Europa podría venir en nuestro socorro. Pero entretanto, amable lector, prepare usted la cartera. Porque una vez más le toca pagar a usted, porque no tiene alternativa: el oligopolio de la banca en España, con el permiso y aquiescencia del propio Banco de España es, como en el caso de las eléctricas, un oligopolio grosero.
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